Una docena de perros chuscos aparecen colgados en las calles del centro de Lima. Lo que ocurrió esa mañana de diciembre de 1982 fue el detonante de una verdadera conmoción: ataques a comisarías, pueblos arrasados y coches bomba que explotaban por doquier. Una acuciante sensación de zozobra y orfandad se apoderó de la población y, en una medida desesperada, el Gobierno decretó el toque de queda.
A partir de la medianoche, las calles eran un territorio misterioso donde se peleaba una guerra sin vencedores y la muerte aguardaba a la vuelta de la esquina...