La pluma de Panduro no puede dejar de poetizar; y si en el caos, el orden es una virtud; en el barullo y la pompa, la palabra precisa y pensante, más que respeto, es una urgencia, una esmerada necesidad.
Como todo buen admirador de Valdelomar, Panduro "tortura la palabra" hasta obtener de ella un máximo esplendor; puede ser ub esteta, pero también un humilde narrador oral. Elegancia y modestia, dos virtudes que demuestarn el oficio y la pericia de este narrador que, con los años, ha aprendido tanto a decir (y a cantar).
Víctor Salazar