“Diría que es un híbrido entre una mesa de amigos, una clase en la universidad, una conversación con un extraño en un avión y una cantina de Barranco. Si a eso le sumas una pandemia mundial y 26 personalidades sumamente distintas, supongo que de ahí sale el sancochado”, dice. Fresca, directa y desprovista de todo ornamento retórico, así describe Chiara Roggero (Lima, 1981) el volumen que contiene confidencias, desahogos, complacencias y expiaciones de veintiséis desconocidos que, reunidos en la sala virtual, ensayan una catarsis simultánea y terminan por desnudarse sobre el teclado. La directora del taller ha recopilado ese sustancioso material y acaba de ponerlo en negro sobre blanco en forma de 116 relatos fluctuantes entre el poder, la infidelidad, el suicidio y otras confesiones destinadas a mantener el ojo lector pegado a una cerradura.