Pocas experiencias solitarias son tan placenteras, onanistas, como el tomar un libro y entregarnos a los sonidos, imágenes y emociones que puede grabar en nuestras mentes, donde su prosa toma, en el acto, una parte de nosotros, a la vez entregándonos todo de sí. Y este libro se nos presenta así, como una sinfonía interpretada por los cuentos que lo componen; una sinfonía redonda, compleja por momentos, juguetona en otros, que va tentándonos a cada vuelta de página, en cada “adagio”, con la promesa de las respuestas que nuestra naturaleza nos obliga a buscar; aunque en su parte resolutoria, con un hábil movimiento de batuta, el autor nos recuerda que la vida, el universo y la prosa de su sinfonía, justamente está compuesta por preguntas, preguntas con las que, sin querer, acabamos danzando a lo largo de su prosa.
La ficción y la fantasía aquí son el ritmo para exponer la vulgaridad del hombre en contraste con su capacidad para el genio, utopías y distopías hacen un pas de deux sobre nuestra humana condición. Que las preguntas que plantea el libro sean la armonía para tu curiosidad, pues, a diferencia de lo que reza un dicho popular, no son ángeles y demonios los inquilinos del alma humana; sino el conocimiento y la ignorancia, y, respectivamente, detrás de cada cual, el todo y la nada.
